domingo, 19 de septiembre de 2010

1916, Buenos Aires: Isadora


Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina, Isadora Duncan baila el himno nacional.


Una noche comete esta osadía, en un café de estudiantes de Buenos Aires, y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colón y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillas los símbolos patrios.


Isadora no entiende nada. Ningún francés protestó cuando ella bailó la Marsellesa con un chal rojo por todo vestido. Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar una idea, ¿por qué no se puede bailar un himno?


La libertad ofende. Mujer de ojos brillantes, Isadora es enemiga declarada de la escuela, el matrimonio, la danza clásica y de todo lo que enjaule el viento. Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo.


Eduardo Galeano - Mujeres

domingo, 1 de agosto de 2010

Recuerdos de la igualdad


El 14 de diciembre de 2002 fui a comprar el Página, me interesaba un fasículo que salía ese día sobre la historia de Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre y me encontré con esta inolvidable tapa que conservo hasta hoy.
Se había aprobado la Unión Civil en Buenos Aires y por ello la foto de tapa mostraba a dos mujeres besándose entre la bandera multicolor de la diversidad. Me parece reconocer en la imagen a María Rachid, actual presidenta de la Federación Argentina LGBT.
Cuando días atrás se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario inmediatamente recordé esta imagen y pensé en la importancia de haber sostenido la lucha ya que lo del 2002 constituyó un primer paso a la igualdad.

domingo, 18 de abril de 2010

Mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia


El corto animado Violeta refleja la situación de muchas mujeres colombianas que se convierten en el botín de guerra del conflicto armado que atraviesa el país.


Organizaciones de derechos humanos denuncian a través de este audiovisual la desaparición de miles de mujeres para ser sometidas sexualmente por las fuerzas paramilitares.


Inspirado en una historia de la vida real, Violeta narra la búsqueda de una madre por encontrar a sus hijas desaparecidas quien durante las noches teje una manta de recuerdos como testimonio de las ausencias.

domingo, 4 de abril de 2010

viernes, 2 de abril de 2010

Estereotipos sexistas en la publicidad


Los avisos publicitarios recurren con frecuencia a tópicos machistas para promocionar diversos productos. La difusión de estereotipos sobre los roles asignados socialmente a hombres y mujeres refuerza la desigualdad de género.


Desde sus comienzos la televisión puso el centro de atención en los hombres. Las minorías étnicas y raciales estuvieron totalmente ausentes hasta los años setenta y sólo en las últimas décadas los programas dieron a las mujeres un papel prominente. Los cambios han sido especialmente lentos en la publicidad porque ésta trata de llegar al público a través de pautas culturales muy arraigadas. Es frecuente por ello que presente a los dos sexos a través de estereotipos. Tradicionalmente, los anuncios han mostrado a las mujeres en su casa, empleando productos de limpieza, sirviendo la comida, o utilizando nuevos electrodomésticos. Pero la tendencia que se impuso en los últimos años es la de la mujer tratada como objeto sexual, utilizando su cuerpo para la venta de productos que no siempre tienen relación con él. Por su parte, los hombres protagonizan los anuncios de automóviles, servicios bancarios, compañías industriales, o bebidas alcohólicas. La voz de autoridad aparece casi siempre como masculina.

El mito de la belleza

Un claro ejemplo de esta situación lo constituyen las publicidades de productos de limpieza como la de Mr. Músculo, donde la figura femenina está delimitada al espacio de la cocina y su tarea de limpiar. No obstante, le falta competencia para poder cumplir con este rol por eso debe recurrir a la ayuda de esa especie de superhéroe anti grasa. Quien luego de aplicar el producto en cuestión sale corriendo en auxilio de otra “ama de casa desesperada”. Desde otra perspectiva, los avisos de productos capilares como Pantene PRO-V introducen a las mujeres en un ambiente de trabajo, como una oficina o un buffet de abogados, simplemente para anunciar un champú, reflejando que ese espacio físico no es propio del género femenino sino que es sólo otro lugar para poder hablar de la “gran preocupación” por la belleza.


La escritora Naomí Wolf señala que la publicidad tiende a perpetuar el mito de la belleza a través del cual la sociedad enseña a las mujeres a medir los logros y satisfacciones personales en términos de apariencia física y a los hombres en poseer una mujer bella. Esto pone en evidencia los prejuicios del ideal físico inalcanzable por sobre la salud física y mental de las mujeres cuya responsabilidad es atribuible a las industrias de moda, de cosméticos y de cirugía plástica, que obtienen millonarias ganancias en base a la estrategia de crear en las mujeres una profunda sensación de insatisfacción con sus propios cuerpos.

Cazadores cazados

Marcas como Axe han hecho del machismo su sello distintivo siendo difícil discernir la frontera entre la broma y una estrategia reflexionada. Durante la campaña publicitaria de la nueva fragancia Axe Instinct lanzaron un juego interactivo por Internet que proponía la violencia física como una modalidad de trato entre varones y mujeres, posicionaba a las mujeres como objetos de conquista para los varones, estigmatizándolos como seres que sólo se relacionan con las mujeres con fines sexuales, y haciendo uso de la violencia como estrategia de galanteo. Por este motivo, el Instituto Nacional Contra la Discriminación la Xenofobia y el Racismo (INADI) denunció a la empresa Unilever, propietaria de dicha marca de desodorantes, y esta retiró el juego de la web.


Pero el machismo publicitario no tiene únicamente a la mujer como blanco. En su campaña para promocionar un gel de ducha pensado para hombres, Axe utilizó el lema “Si hueles a jabón de mujer, te ven como mujer”, poniendo en duda el potencial como conquistador de los jóvenes, advirtiéndoles que usar un gel de ducha equivocado puede generar incertidumbre sobre su orientación sexual. Por lo tanto, los hombres que no cumple con los “tópicos masculinos” también son motivo de burla para esta marca.

Violencia simbólica

Durante el mes de junio de 2009 se realizó en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires un debate acerca de los estereotipos sexistas en la publicidad argentina. El encuentro estuvo organizado por la Comisión de Igualdad Real de Oportunidades y de Trato entre Mujeres y Varones que preside la diputada Diana Maffía. Esta militante por los derechos de la mujer y filósofa declaró: “La violencia simbólica está presente en muchos de los avisos. No sólo hay un estereotipo sino que hay imposiciones jerárquicas acerca de cuáles son las sexualidades que valen y cuáles son las que no valen. De manera que vincular la sexualidad femenina con la maternidad y la masculina con el consumo, con la no selectividad sexual y con la imposición por la fuerza; vincular la femenina con lo doméstico y la masculina con lo público; pensar quién toma las decisiones de las grandes inversiones económicas y quién toma las decisiones de las inversiones minúsculas y poco significativas, me parece que nos va mostrando un terreno que expresa fragilidades que hay en la propia sociedad”.


Es evidente que muchos empresarios y sus publicistas utilizan la violencia hacia las mujeres para “vender” sus productos, intentando desacreditar la conquista de los derechos humanos. Desestiman la violencia hacia las mujeres como causante de miles de muertes por año en nuestro país y naturalizan las históricas desigualdades de género como modalidad de relación entre varones y mujeres. Sin duda están desatendiendo el deber moral y ético que tienen como profesionales de cuidar los mensajes que difunden.

miércoles, 24 de marzo de 2010

“Fotos y recuadros” por Eva Giberti


Los vemos fotografiados como si fueran personas comunes, como tantos otros, sentados en fila, a veces con aire solemne, en oportunidades como borrachos, pero siempre rigurosamente trajeados, como si el traje y la corbata los condujese a reconocer la seriedad del trámite y la investidura del tribunal. Menos uno que aparece en pullover, deportivamente, para poder arremangarse y diferenciarse de los otros como el que se atreve a más y tiene más poder o más capacidad de seducción masculina, diferenciación histórica entre las fuerzas armadas.


Por fin podemos mirarlos, recortarlos, y con sus figuras armar nuevas escenas, como cuando los chicos diseñan sus collages. Una vez recortados podemos pegarlos en el borde de la hoja o meterlos en un estanque, pintado con lápiz celeste, junto con los patos, o como parte de la granja sentados en tractores, o armar un escenario y sentarlos como público en una fiesta de fin de año mirando a los niñitos que cantan el himno. Podemos recortar esas fotografías destrozando la página del diario y construir miles de imágenes, como si fuéramos los dueños de esas vidas. Que ahora deben responder ante la Justicia porque ellos armaron las trágicas escenas que el 24 de marzo conmemora, cuando algunos de ellos sentados frente a su escritorio firmaban las órdenes que hoy dicen no haber firmado.


Esas fotos no nos muestran a quienes nos miran de frente, salvo un primer plano buscado por algún periodista, están de costado o mirando hacia abajo, escondida la mirada por el azar fotográfico.Son las caras de quienes torturaron y desaparecieron cuando se enancaron en un 24 de marzo para perdurar indefinidamente.


Si volteamos las hojas de Página/12, otras son las fotos que nos miran de frente, desde el vacío de la ausencia, la cara de otro que existía y que fue expulsado de su vida, que está presente cada día. Pero no es ésa la cuestión, la del recuerdo interminable. Desde esas caras que surgen en el diseño de las páginas se reconoce el alerta escondido que brota desde la ausencia. Pero difícilmente se encuentre el sobresalto que podría surgir en el Yo de quien las mira como si no importaran, como un recuadro más del diario. Pero no son un recuadro más, son los desaparecidos.


Esas caras que parecerían ajenas, vaya a saber quiénes serían aquellas gentes desaparecidas que, en la letra del periódico, enhebran mensajes amorosos escritos por amigos y familiares, aparecen y nos alertan, sin que las escuchemos, diciéndonos que la lucha que les robó la vida no terminó.


Ese sujeto que desde el recuadro me mira fatalmente me sobresalta, aunque no quiera atenderlo ni recordarlo. Es un prójimo que apela a mi indiferencia y a mi descuido, que me descubre desde su mirada, como diría Sartre: “La mirada que manifiestan los ojos, no importa de qué naturaleza éstos sean, es puro retorno a mí mismo”.


El surgimiento de ese otro que me mira no es solamente una molestia que se trata de eludir sin mirarlo ni leerlo, ese prójimo que me despoja de mi libertad, como diría Sartre, para quedarme tranquilo y pensar que el horror terminó porque Strassera dio la orden “Nunca Más”. Ese prójimo ocupa el lugar de la palabra viva de cada día, despertándonos.


Ahora podemos entrar en el campo de los asesinos, podemos mirarlos mientras viven, congelarlos en las fotos y recortarlos, por lúgubre que parezca la idea, sin embargo, mientras tanto se cocina el engaño y se perfecciona la trampa: son otros, invisibles, los que están esperando su turno para volver como sea.


Si éste es el comentario para un 24 de marzo, no parece un homenaje a la memoria de los ausentes, menos aún un recordatorio triunfal. No lo es porque la tensión positiva que produce el mirar a los enjuiciados no aminora los efectos del terrorismo de Estado en las generaciones sucesivas ni la inspiración que suscitaron en otros que ahora se enmascaran tras la demanda de mano dura.


Resaltar la singular coyuntura que enlaza a los victimarios siendo juzgados, con sus fotos publicadas en las mismas páginas que honran sus víctimas en homenaje permanente, sólo pretende recordar que cada recuadro es parte de una lucha en la historia del país y como tal corresponde sea leído y mirado. Los otros trajeados con saco y corbata se recordarán como los que ensangrentaron y empobrecieron al país. Sus admiradores activos no están siendo juzgados, todavía."

jueves, 18 de marzo de 2010

Evita según Galeano


1935, BUENOS AIRES: EVITA


Parece una flaquita del montón, paliducha, desteñida, ni fea ni linda, que usa ropa de segunda mano y repite sin chistar las rutinas de la pobreza. Como todas vive prendida a los novelones de la radio, los domingos va al cine y sueña con ser Norma Shearer y todas las tardecitas, en la estación del pueblo, mira pasar el tren hacia Buenos Aires. Pero Eva Duarte está harta. Ha cumplido quince años y está harta: trepa al tren y se larga.

Esta chiquilina no tiene nada. No tiene padre ni dinero; no es dueña de ninguna cosa. Ni siquiera tiene una memoria que la ayude. Desde que nació en el pueblo de Los Toldos, hija de madre soltera, fue condenada a la humillación, y ahora es una nadie entre los miles de nadies que los trenes vuelcan cada día sobre Buenos Aires, multitud de provincianos de pelo chuzo y piel morena, obreros y sirvientas que entran en la boca de la ciudad y son por ella devorados: durante la semana Buenos Aires los mastica y los domingos escupe los pedazos.

A los pies de la gran mole arrogante, altas cumbres de cemento, Evita se paraliza. El pánico no la deja hacer otra cosa que estrujarse las manos, rojas de frío, y llorar. Después se traga las lágrimas, aprieta los dientes, agarra fuerte la valija de cartón y se hunde en la ciudad.